(Dedicado a mi gran amigo Clemente Fernandez, que ayer finalizó su 3er Ironman en Copenhague)
La mayoría de personas a las que les explico que mi hobby es competir en Ironman me dicen (aparte de que estoy loco) que ellos no podrían porque hace falta muchísimo tiempo para entrenar.
Falso.
Y siempre les explico mi experiencia preparando mi debut en Zurich el año pasado. Yo preparé mi primer Ironman entrenando durante 7 meses de lunes a viernes 1h al mediodía y saliendo en bici el sábado por la mañana. No entrené ni un solo domingo ya que los dedicaba a la familia. Y no solo logré ser finisher, si no que, creo yo, lo logré con un resultado más que satisfactorio. 11h 10’.
Mucha gente cree que lo difícil de un Ironman sucede el día de la competición. Nada más lejos de la realidad, lo difícil de un Ironman, lo complicado, lo que para mí es realmente un Ironman, es prepararlo, entrenarlo. Conseguir enlazar día tras día, semana tras semana, sesiones de entrenamiento con una regularidad suiza. Ya que esto es lo único que te asegurará cruzar la línea de meta con garantías.
Dicho esto, os puedo asegurar, por experiencia propia, que:
“El grado de satisfacción al cruzar la línea de meta de un Ironaman es inversamente proporcional al tiempo y facilidades que has tenido para entrenar” o se podría decir asi también:
“La alegría que tienes al convertirte en finisher es directamente proporcional a las dificultades y sacrificios que has tenido que realizar para llegar hasta ahí”
A mayores son las dificultades, mayor es la alegría.
Mi amigo Clemente, hoy, es probablemente una de las personas más felices de este planeta, ya que conozco a poca gente que tenga que hacer los malabarismos que hace el para poder entrenar. Conozco a muchísimas personas a las que conseguir hacer ejercicio 2 veces a la semana les supone un esfuerzo titánico (como Entrenador Personal, este es mi gran objetivo en la vida, conseguir que el mayor número de gente sedentaria consiga incorporar a su vida el habito de practicar deporte). Pues Clemente, ha conseguido incluir en su vida (familia, trabajo y deporte) y no ha sido fácil, para nada. Seguramente ayer, cruzando la línea de meta recordaba las series corriendo que ha realizado en ayunas a las 6 de la mañana, alumbrado solo por los faros de los coches de la autopista y con el vaho de su aliento cruzando el buf que le ha acompañado durante el gélido invierno. Verdad? O recordaría seguro los sábados por la mañana que dejaba a Maria, Laia y Biel plácidamente (o a veces, seguro, no tan plácidamente en el Camping) y cogía la bici solo para hacer más de 100Km por unas carreteras preciosas pero solitarias del Berguedà. O las infernales series en la piscina del gimnasio algún que otro mediodía, que ni tiempo te dejaban para comer con dignidad.
De esto se trata un Ironman, de cosas sobrenaturales, de cosas que se salen de la normalidad. De personas a las que nuestros sueños, nuestros retos, nos hacen hacer cosas que para el resto de las personas son imposibles.
Y creerme cuando digo, que lo de menos, son los 3,8-180-42 del Ironman.
Un fuerte abrazo y felicidades Clemente.